miro

Yo miro, miro, te juro que siempre miro, frente al espejo, frente a una ventana, hacia los árboles, a los parques y a los  supermercados, a la calle y las partes traseras de los autos, los postes y los cables del alumbrado, yo siempre lo hago, miro hacia los segundos pisos, porque siempre hay alguna historia contada ahí; las sillitas desordenadas porque se acabó el té, la señora echando agua en las plantitas, un solitario joven flaco de barba fumando mientras mira el horizonte tapado por más edificios, el gato mirando con los ojos entrecerrados lo que ocurre cerca de él, mientras sus orejas acusan todo. Te juro que yo miro, miro hacia arriba y hacia abajo, miro hacia los lados, pero esta vez no me dejaste mirar, mis manos iban atadas a los bolsillos de mi chaqueta, el mentón lo tenía pegado contra el pecho, y la bufanda me ahorcaba un poco, te juro que miraba, casi siempre, pero hoy no miré.

Una de esas cosas reales llamadas «el estar»

La persistencia del tiempo…
Y es que en la noche los minutos son eternos…
Y en esa eternidad me pierdo. Y son horas, minutos y segundos respirando perfumes entre humos y espirituosidades, son el momento de exploración del mundo, no de ese mundo al que estamos atados, sino el mundo que está escondido, ese que solo renace, cuando se está en la deconstrucción del ser, ese que nace cuando no vuela nada y todo está quieto ¡todo! hasta lo que tiene movimiento, cómo dice el autor, las cosas que están hechas para moverse se ven doblemente quietas, cuando es posible encontrarse y entrar.
Solo. Recostado entre la faz de los planos, esos planos que no son visibles a la luz del sol. Me pregunto y me preguntan el porqué; la verdad, si todo se pudiera explicar todo sería vacío y sin sentido. Me preguntan y me pregunto.

¿No será hora? ¿Hora de qué?

¿De terminar con la lucidez?

No gracias, definitivamente no, y ahí, donde la piel se eriza, donde el suspiro se vuelve genuino y la respiración se entre corta, es ahí donde existimos, solos con uno mismo, o todos con uno solo. Si supiera explicar el devenir y caer de las cosas, no me atrevería a decir, porque se mal entiende, se pierde, no se escucha, se interpreta, se va.

¿Qué haces tú? ¿Qué hago yo frente a tal banalidad?

¿entregar y ser entregado o respirar con sinceridad?

El frasco de perfume se acabó, se rompió, pero jamás se derramó porque solo sale de él la esencia cuando uno lo llena, lo prepara, lo regala, se une, se abandona y se mezcla. Son como espíritus que bailan al rededor, llenos de dicha, llenos de energía, pero esperan pacientes a que uno los vaya soltando, respirando, suspirando, gimiendo, asintiendo, cerrando un ojo, o los dos.

Se abandonan y vuelven.
Se sueltan y regresan.
Una
y
otra
vez.

Dejo y dejamos ¿tú dejas?
una ventana abierta que te abrace, que te hiele, que te vuelva a hacer a dejar ser, que te vuelva a construir, te vuelva a dejar vivo, a recordarte que estás en el mismo lugar donde te abandonaste la otra noche, el otro café o la sustancia de nuestro entendimiento.

El universo se interpone, interpela, aplasta y nos deja mareados.
Una tos, dos o tres bastan.

Máquinas automáticas se deslizan por autopistas, como sangre, como torrente, y pareciera dentro de esta oscuridad pacífica, que si se detuvieran sería el fin.

¿De qué? De lo que reconocemos, de lo que nos recuerda.
Y me acostumbro a recordar.
Sí, vuelvo a recordar y sucede que me canso.
Jamás subestimes ese cansancio, no es el cansancio del que pretendes estar alerta para ponerte en pie y actuar, es ese cansancio necesario, no es malo, es bueno, tan bueno como el miedo que te paraliza, porque si un parálisis existió, hubo alguna vez un movimiento, un caminar, un hacer, un decir, un ir, de un aquí a un allí, el pasillo, la cocina, el agua hervida, el té.

¿Y ya no te haces uno con el té?

No, la desesperación del ahora no es algo que se pueda ocultar, no es algo que se pueda pasar por alto, es la esencia del ahora.

No basta solamente con mirar, con decir, con querer hacer, con caminar, con sorbetear, con aspirar e inspirar.

y ahí me quedo, aspirando y expirando
aspirando y expirando
aspirando y expirando

¿no inspiras?

No, no se logra con poca cosa, se logra con la mente en la espera.
Con la esencia.
Tienes un discurso para todo pero no se trata de tenerlo, se trata de percibirlo, experienciarlo, saborearlo con verdad, con convicción.

¿Y las aguas?
Constantes, como las máquinas, pero llenas de lo que muere, de lo que se pierde.
No se puede, DA MIEDO.

Huele a ayer, huele a recuerdo, huele a añoranza, pero no es real.

Huele a noche estrellada, huele a mirar hacia las luces (no las estrellas), huele a no soñar.

Y no, definitivamente no es a lo que crees que me refiero, no me interpretes, no me analices, porque no existe en mi, en ti, en él o en ella tal cosa como la realidad de mis letras.
Por que las perdí, para alguna vez volverlas a encontrar.

La mentira, sus verdades, y las mentiras de sus verdades… o no sé…

Hay muchas cosas que podría escribir en esta nueva libreta virtual de notas…
Primero que no es física, que no existe, que simplemente estoy presionando plásticos y se escriben en código binario los caracteres que ocupo para leer y escribir en la vida real…
Raro…
Magnífico…
Muerto…
Está muerto, no tiene esa alma realista que tiene el desgastarse la mano escribiendo, que se cansen los músculos y tener que soltar el lápiz un momento.

A veces es duro, lo encuentro impersonal, es algo que no logra cautivarme, aunque a veces, la rapidez y la comodidad de no tener que mover la mano igual me hacen querer volver a esta mentira…

¿Mentira?

Sí, una mentira, pero a medias.

Finalmente lo que escribo solamente usa todo esto entre mi cerebro y esta hoja inexistente como un canal, para poder sacar, vomitar lo que llevo dentro…

Vuelvo en mi. (¿En sí?)

Y sucede que me canso, me canso de tener qué…
De hacer…
De decir…
De Pertenecer…
De lo que tienen que decir.

Sucede que a veces, me gustaría ser solo una tecla, y poder ser útil solo para escribir un carácter de mentira en una hoja de mentira, en una carpeta de mentira…

O tal vez, nuestras vidas son la copia de esta mentira.
Y si es así, me gusta ser menos que una copia y cansarme de todo.
Entonces pienso: Y me canso y me gusta cansarme! Cabrearme! Intentar dar otras miradas, otras visiones, ¿por qué uno tiene miedo a la negación de sus paradigmas?

Si son los reales ¿por qué podrían desaparecer o afectarse?
¿Realmente son reales si son tan débiles?
¿Convicciones?
¿Creencias?
¿De qué nos construimos?

Ahora dejo esta mentira…
Y vuelvo, este computador no es mío… y estoy en el trabajo.

¿Qué es esto?

¿Alcanzar la libertad?

…dejar de querer alcanzar la libertad, como si uno fuese esclavo de su propio deseo de ser libre…
Qué interesante resulta la existencia cuando las cosas adquieren peso, y la cotidianidad (por consecuencia) adquiere peso.
De pie.
De pie.
Lúcido.
Totalmente lúcido.
Cuando la ridiculez del hedonismo llega a tener sentido.
Totalmente lúcido.

Un cuento de tiempos y espacio

Hoy están allá, seguramente conversando sobre la grandeza del universo.
Hoy él viajó al espacio. Hoy ella también viajó al espacio…
Cuando se conocieron soñaban con viajar al espacio…
Él siempre quiso Viajar al espacio. Ella siempre quiso viajar al espacio…
Ella un día mirando las estrellas supo que estaría allá
Él un día mirando las estrellas quiso estar allá.

Texto 005

Caminar por sus calles, me hace sentir extraño, como esos sueños dónde se está en un lugar que se reconoce, pero no se sabe de dónde ni por qué, y pareciera que solo se puede ver un poco y con dificultad, como si la visión estuviese nublada.

Debe ser el aire.

El ruido quizás. ¿Qué ruido? No hay tal cosa como ruido, no existe.

Quizás es el constante viento helado que roza mi frente. A esta altura me duele la cabeza, no sé realmente si es porque no he dormido, por la botella de vino que vacié ayer, o porque realmente el viento está helándome hasta lo más profundo de la cabeza y de paso se lleva consigo mis pensamientos, los congela. De pronto imagino, pienso y verbalizo susurrando: Quizás… Este aire es el que sirve para el olvido. Y de pronto veo como el aire toca los picos de los ventisqueros gélidos y llega a mi frente y la atraviesa desmaterializándose; choca, hiela, se desmaterializa, entra en mi mente, desordena, congela y deshace mis pensamientos, y vuelve a materializarse para salir por mi nuca y de paso hiela mi pelo.

Aprieto las manos dentro de la chaqueta, y es ahora cuando detesto mi cuerpo; el frío cortante de los ventisqueros constantemente ataca violentamente, pero debajo de mi chaqueta mi cuerpo hierve, eso ligeramente me hace sudar y me enferma, me enferma. Quizás ya esté enfermo, aunque para enfermarse se necesiten algún tipo de variación térmica, bueno, eso es lo que dicen, tal vez la variación térmica que desordenó y enfermó mi cabeza, sea el estrecho pasaje entre lo claro y lo oscuro. Claro y oscuro, como lo que puedo controlar y no, la eterna pugna entre lo que se maneja y lo que no, entre lo que se puede extirpar y lo que uno es, y lo que se puede extirpar de lo que uno es, también, ¿Y qué? si mi mente enfermara por un cambio térmico interno, no sería más que un proceso que se debe vivir, es más, quizás hasta como vacuna sirve.

Neva.

Suena mi estómago, y eso trae consigo un sin fin de deseos y anhelos propios de mi humanidad visceral, cosa de la que intento desligarme por hoy, pero no comer en casi dos días, dudo que me deje algún tipo de beneficio, aunque da lo mismo, no me he abstenido de comer por algún motivo, simplemente no lo encontré necesario en estos dos días. Quizás de esa manera se matan pasiones, quizás de esa manera se mata la carne, y lo que hace ser el yo manejado por impulsos, si es así, entonces voy ganando.

El semáforo me recuerda dónde estoy, mejor dicho qué debo hacer, según Freud, mi preconsciente está al tanto de mi alrededor, como un piloto automático, pero me he dado cuenta que este se va perdiendo, desorientando, mareando, cuando se pasa mucho tiempo en otros estados, como por ejemplo: AHORA. ¿En qué estoy? Pensando, explicándome, hablándome, recordándome, privándome, encontrándome, pero hacia dentro, olvidándome de afuera. Y sin duda esto disminuye la efectividad de mi preconsciente. y me hace pensar en el ahora, es decir, en ser consciente de que estoy reflexionando, puedo reflexionar directamente sobre que estoy reflexionando, caminando por una calle con nieve. ¿Cuántos niveles más arriba de pensamiento será esto? Pensar sobre el pensamiento, ver por sobre mi mismo, por sobre mi estado actual y latente, ese estado pseudo filosófico con el que me encuentro cada vez que salgo solo, con ese estado necesitado, anhelado después de un par de encuentros sociales.

Llegando a la esquina vuelvo.

¿Por qué? y ahora propongo cuestionarme el por qué querría volver y terminar mi caminata improvisada de golpe, volvemos al deseo, y qué más da, si aunque pretenda recorrer la ciudad y de paso recorrer los pasajes de mi mente, mi cuerpo y su existencia en tiempo real me implora un lugar más cálido. Con el estómago vacío y con falta de sueño mejor me propongo llegar a la esquina, devolverme por el mismo camino, llegar al portón de mi casa, abrir la puerta, cerrarla, poner agua en la tetera, prepararme un café, sentarme, prender el computador y escribir todo lo que pensé… Que claramente jamás será igual a lo que pensé, pero… qué más da, finalmente las cosas son como las recordamos, no como sucedieron.

Clickeo.
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Esas piedras.

Suelo caminar cuatro cuadras antes de llegar a mi departamento, depende el día el panorama es distinto, o mejor dicho la hora (los días no cambian mucho, a no ser que llueva y todos estén molestos por eso). Mientras camino, casi siempre, salta una piedra sobre mi hombro y comienza a contarme algo interesante que sucedió en la calle ese mismo día, no siempre son iguales, no siempre son las mismas, pero conozco a varias. Me cuentan cuanto hombre y mujer ha pasado, o cuántas bicicletas las han esquivado, a veces las escucho, a veces me hago el sordo, a veces me preocupo del camino. Pero ellas saben, saben que me estoy inventando lo distraído. Siempre que salta una cuando hace calor y ando con mi abrigo (porque en la mañana hacía frío, pero a la hora que vengo de vuelta tengo un calor de los mil demonios), intento no escucharlas, porque ando molesto, me molesta transpirar, y me molesta tener que sacarme ropa por calor, entonces no las escucho y me gritan, y las miro, como diciendo, que no quiero hablar, y se callan, algunas no, y se ponen inquietas, algunas saltan a la vereda y se van, otras insisten. Un día me contaron sobre una pelea de micreros que había ocurrido dos cuadras antes de llegar a mi departamento, uno de ellos sabía Kung Fu, le creí, parecía verosímil la manera tranquila de decírmelo, como si lo estuviera viendo mientras me lo contaba. Me dijo que el que sabía Kung Fu le pegó un combo al otro en la cara y se tambaleó, luego los dos corrieron a sus micros y salieron hechos una bala. Otro día, cuando el clima estaba muy agradable, eran como las 7 de la tarde, yo estaba muy relajado, venía escuchando música y una me tocó el hombro y comenzó a contarme sobre como los trabajadores de la construcción siempre hablan de las muchachas bonitas que pasan, y entredientes dicen cosas, porque le tienen miedo ahora a las mujeres, me dijo que ellos comentan que las mujeres están muy violentas con todo esto de la liberación femenina, y algunos están de acuerdo y otros no, pero aún así nunca terminan de mirarlas, desde que aparecen en la cuadra hasta que ya no se pueden ver.

Algunos días logro esquivarlas y que ¡ni se me ocurra mirar hacia atrás! avanzo rápido y me olvido. Otras veces no hay ninguna, y ahí me pregunto dónde están, o si acaso me lo invento, pero basta que salte otra cualquier otro día y sigue el mismo cuento.

NO LEAS- es una puerta que no queremos explorar. Es ridículo. ¿O no?

Vi muchas criaturas iguales, todas con un hueco en el pecho, su apariencia era atractiva, pero vacía.

Jactándose

Jactándose

Jactándose

Jactándose de algo que no les pertenece.

De algo que no comprenden.

Adueñándose

Adueñándose de un lugar y una existencia que no se comprende.

Seguros…

Seguros de sí mismos.

¿Es un método de defensa?

Sí, lo es, adueñarse es un método de defensa contra nosotros mismos.

Si no nos adueñamos caemos en la inseguridad… En la desesperación, de no comprender, de no controlar.

Si no controlamos no podemos.

Lástima que la inseguridad lleva a la redención…

¿La redención?

Sí, la redención, el reconocer. El ser consciente.

Ser Consciente

Consciente

CONsCIENTE.

Pero no.

Armamos casas sobre arena.

Las construimos bien.

Las justificamos

Las amamos y nos enorgullecen.

Nuestra vista no alcanza más allá de nuestra propia creación del mundo. De nuestra propia lectura, de nuestra propia jactancia.

No nos cansamos, no se cansan, no te cansas.

Nos repiten.

hasta el cansancio, nos repiten

Nos repiten.

La humillación es mala.

La humillación es mala

La humillación te hace mal

Nunca te humilles.

Jamás te humilles.

¿La humillación es mala?

¿Qué es?

¿y si es un camino?

¿Y si es una puerta?

Qué ridículo.

Qué ridículo.

Muy ridículo.

Piénsalo, es ridículo.

NO.

No es ridículo.

Tu miedo no deja ver, mi miedo no deja ver, tu seguridad y jactancia no deja ver, mi seguridad y jactancia no deja ver. tus construcciones y las enseñanzas que te han inculcado no dejan ver.

La humillación quizá es un camino.

Para dejar de jactarse de algo que no se comprende…

Quizá es el primer camino-paso

Al siguiente paso. El universo cambia, la gente cambia, las personas cambian, los propósitos cambian, si existe humillación.

Qué estupidez. (Dices, digo, dicen)

No.

Esta vez es así.

¿Qué hago?

¿Qué haces?

¿Qué hacemos?

Reconoce, sin miedo a darte cuenta que tal vez nada es nuestro.

Reconoce, sin miedo a darte cuenta que tal vez la humillación es un camino.

(Ridículo, dices, digo, decimos)

NO.

Sal de ti mismo, quizá tengas un panorama más amplio.

¿Te estoy enseñando algo? No.

Qué ridículo podría ser eso.

Sí.

Tal vez sí.

Jáctate y no será así.

Reflexiona y quizá sí.

Hay veces en las que el café se enfría

Hay días en los que despierto oliendo viejos recuerdos, caminando pasos antiguos, viendo momentos que ya no alimentan, ni el ayer ni el hoy, alguna vez alimentaron nuestra consciencia, y eso nos ha hecho ser hoy.

Seguimos siendo testigos del eterno presente, cautivos de su eternidad inamovible, su desesperante ahora.

Hay veces en el que el café se enfría, o el té, el milo, o mis manos, o las tuyas.

No conozco tu color, no conozco tu voz ni tu caminar, pero me enfrías las manos o se enfrían solas, quizá… la respuesta no la tengo yo, ¿o sí? ¿y tú?

Hay veces en el que el café se enfría, aunque a veces no hay café ni frío. Lo imagino o me lo invento y no salgo, porque salir es entrar en la selva, con tintes zoológicos llenos de jaulas. Resulta que se encierran solos, se desnudan y encierran, yo espero, yo sufro, no por su desnudez, sino porque igual me gustaría encerrarme y disfrutar de mi encierro, vivir como se vive, beber y caminar.

A veces no hay tazas limpias para el café, y me desespero, las lavo y las seco; con agua caliente para que sea más fácil.

Hay días en los que despierto oliendo viejos recuerdos, no sé si más da pena que no tenga sentido sufrir por ellos, o no tener a mano una taza, una cuchara, un suéter o una manta, esos objetos que te hacen volver, ¿en sí? ¿En ti? ¿En mí?

Hay días en el que el café se enfría, lo boto, me hago otro y salgo. Otros días simplemente no hago, no despierto ni camino, quedo inmóvil, pero seguro… ¿de qué? De mí.

Hay días en los que el café se enfría, y qué más da, ya se enfrió, me miraste y se olvidó, después de todo empezar puede tener un café, un pan, un té o una fruta exótica, pero el día empieza contigo, el café es la previa, y tú…

Tú eres el resto del día.